viernes, 31 de julio de 2015

Centrifugando

He perdido el juicio en el coliseo de la vida tirando de una cuerda por encima de mi fuerza. Lanzando otra cuerda tirando a dar a estrellas destinadas a apagarse a corto plazo, por el hecho de que su efímero resplandor me embelesa, me intensifica.
Pero no puedo evitar ser absorbida por ese vacío que se dilata cuando las estrellas van marchitándose, y yo me niego a dejar de mirarlas aferrándome a una luz de la que nunca tengo suficiente.
Estoy ciega por no querer dejar de mirarlas.

Suelto la cuerda. Descubro que sigo sin saber quién soy.
Todo sería más sencillo si solo fuese una luz. ¿Qué ocurriría si comenzarse a ser? Otra luz más, sin distinción, sin dolor. Empapándome de mi vida, iluminando con un círculo cada vez más grande un mundo donde la tristeza tiene habitación libre cerca de toda estación; donde las sonrisas no se atreven a asomar por no encontrar motivos para dar un simple paseo; donde las guerras intentan recordar el porqué de su existencia cada vez que una vida se derrama sobre la tierra, una Tierra que nos da la vida, que muere, indefensa, como un niño que no comprende por que su padre le tiñe de morado la piel cada noche.

Cada vez que mi rabia rodea este mundo para cambiarlo, ésta, rebota contra mí.

Desde el umbral (no es poesía).

Qué frágil la vida 
cuando no tiene 
dónde cobijarse.


Que susceptible nuestra piel 
cuando no encontramos 
dónde saciarnos.


Qué sincero el llanto 
cuando no hay 
quién lo escuche.

 
Qué sádica mi sombra, 
que ha vuelto 
a ponerme la zancadilla.

Qué puta la tristeza, 
que esta noche 
me ha follado como nunca.

viernes, 24 de julio de 2015

Déjame volar.

Deja de comerme la cabeza a besos
y de hacer que me estremezca
haciéndome cosquillas en las alas,
perdiéndonos el rumbo antes de que
amanezca.]

Siénteme sin piel que ya no sé quién soy
que se me atraganta el alma
cuando me pregunto, hoy
qué coño hacemos, devorándonos,
sin calma.]

Perdidos, sembrados en la inercia,
atestados de conflictos, como un mal día
que nunca conseguimos que se lleve
este tranvía.]

viernes, 12 de junio de 2015

Caricias.



A veces me palpo el alma y me encuentro cara a cara con una extraña, olvidada. Y escucho el silencio. Tengo tánto que aprender de él: una melodía que me acicala el sistema nervioso. 
Me acaricio a mí misma conversando con esa voz perdida que me dice que frene el paso, que no hay tanta prisa como la que se apodera de mí voluntad. Que es posible pausar esa ansiedad que me corroe por dentro, esa sensación apabullante de que el fin está más cerca que lejos.
Y la ahuyento.
Qué se marche y no vuelva más. Qué sean las nubes transitorias las que me dejen a solas conmigo, para acariciarme por dentro.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Historias de metro

Ayer en el metro se subió una chica con el pelo oscuro, recogido y piercings por su cara.
No era una chica cualquiera, era una de esas personas que cuando las miras sientes que tienen algo especial.
Se sentó y al rato sacó de su bolso una libreta en la que comenzó a escribir a modo de cuaderno improvisado.
Estaba llorando. Apenas era perceptible, sorbía mocos por su nariz y se frotaba discretamente los ojos.
Se dió cuenta de que la miraba y agachó la cabeza.
Necesitaba ayudarla. No la conocía de nada, pero sentía una apremiante necesidad de hacer algo por ella.
Así que cuando ya estaba llegando a mi parada me levanté y la tendí un clinex. Ella levantó su rostro para observarme, con unos ojos enormes abiertos por la sorpresa y de un azul abismalmente celeste. Para perderse en ellos.
Pero no había lágrimas en ellos y me preguntó "¿por?". Pensé que la había cagado, que debía de estar con la alergía y que me había montado mis pajas mentales. Yo la solté de sopetón "porque tenías pinta de estar muy triste". Para alivio de mi ridículo me respondió "Sí... es que estoy pasando por un montón de cosas...".
En ese momento alguien tiró de mí y no escuché el resto de su historia. Me había olvidado por completo de que aquella era mi parada y tuve que salír a toda prisa antes de que la puerta se cerrase.

Parece una tontería, pero para mí los pequeños gestos son los que te hacen sobrevivir un día de mierda tras muchos días de mierda. Y las personas que escriben sus pensamientos son sencillamente geniales.

¿Habrá escrito sobre mí en su libreta al igual que yo he escrito sobre ella aquí?

miércoles, 13 de mayo de 2015

No me gusta el mundo.


No me gusta el mundo por que en él predomina el pensamiento de la injusticia sobre lo que es bello por el simple hecho de existir, con la intencion de corromperlo o destruirlo.
No, no es el mundo. Son las personas que habitan en él.
El mundo siempre nos fue grato.

Ya sabes que no puedo quedarme.

Me despierto sobre un manto blanco de caos, en un campo de batalla derrotado que a duras penas alumbra el alba.
Los pájaros aclaman el florecimiento del día con sus trinares en el cielo, que me pillan con esta resaca en el alma.
Separo mi cabeza de tu pecho desnudo y te observo unos instantes. Tus párpados cerrados te protegen en el velo del sueño del aguacero que está cayendo allí afuera. No encuentro una forma más adecuada de dejarte.
Esta vez te las has ingeniado jodidamente bien enlazando tus extremidades en mi cintura para que no pueda huir. Pero siempre encuentro la manera de liberarme.
Me reincorporo solapadamente sin hacer ruido, clavando mis pies sobre el frío mármol, y camino esquivando la maraña de ropa que dejamos caer dejando al descubierto nuestros cuerpos desnudos.
Después todo fue un desenfreno de labios latiendo, devorándose a versos y escribiendo en nuestra carne poesías con la lengua.
Me había colado en tu habitación una vez más tras el fracaso de tus intentos por refrenar mis pasos. Y es que lo tenías todo hecho un desastre y te sentistes cohibido por mi abrupta intromisión. Al final lo dejamos todo peor.
Tus ojos me taladraban con esa profundidad lacerante con la que me devoras cuando la incertidumbre y la aprensión de perderme te atormentan. Me torturastes a besos con una reincidencia embriagadora para serenar la tempestad en tu cabeza.
Una vez más despertaste mis ansias siempre voraces y respondí a tus besos carburando las llamas de un fuego insaciable, que amenazaba con consumirme desde adentro. Desafiante, sin miedo, libre.
Me sostuviste, con mis piernas concatenadas a tu cintura sin ningún espacio libre entre los dos, para no dejarnos respirar; y me pusiste sobre tu escritorio. A nosotros siempre nos sobraron las camas.
Luchamos por la posición de arriba. Al final ganaste tú, como de costumbre.Yo me abandoné, derrotada, en el placer lascivo que corría por mis piernas, abiertas en un ángulo incitante.

¡Mierda! Tropiezo con tus discos tirados por el suelo y despiertas azuzado por el ruido.
Maldigo por lo bajo cuando alzas la cabeza sobresaltado y me sorprendes a medio vestir con las botas en la mano.
Te levantas con prestancia cuando me dispongo a salir por la puerta deteniéndome con firmeza por la muñeca.
Te escucho reclamar un <<Joder, no me hagas esto otra vez>>.
Ya sabes que no puedo quedarme. Mis alas necesitan extenderse.